Appendix philosophicus

Dejemos los conceptos a un lado. Olvidémonos de la posibilidad de un ego. Ya no discutamos más el fantasma lacaniano. Ni siquiera nos atrevamos a explorar una metafísica del sueño. Hay una realidad innegable, una existencia incuestionable cuando se siente el dolor en las entrañas y el médico de guardia diagnostica apendicitis. La filosofía no tiene cabida en el cuerpo. Nunca la tuvo pero no nos quisimos dar cuenta.

Podemos debatir por días o semanas el ser o no ser de ese ego, fantasma o sueño. Pero basta un par de horas para que la apendicectomía termine con éxito y se nos aparezca la realidad más real de todas: una parte de nuestro ser físico se ha ido a la incineradora de desechos orgánicos hospitalarios.

Una parte de nosotros nos deja. Y no es metáfora.

Peso menos, soy menos. Y mientras me recupero, me importan cero el ego, el fantasma y el sueño.

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