Ya saben que el efecto placebo es un tema de mi interés.
Mi favorita es la penúltima viñeta. Disfruten.
En inglés. Hard to Swallow.
Ya saben que el efecto placebo es un tema de mi interés.
Mi favorita es la penúltima viñeta. Disfruten.
En inglés. Hard to Swallow.
Después de los problemas cardiacos que tuvo en 2004, Bill Clinton parece haber cambiado sustancialmente su modo de vida. Entre otras muchas cosas, ha dejado de comer carne y ahora lleva una dieta vegana.
Pero lo más destacado es que ha decidido aprender y practicar la meditación. Por lo que qué mejor que buscar a un experto, y contrató a un monje budista para que le enseñara esta disciplina.
En una de esas hasta se nos ilumina, ¿no?
Bill Clinton turns to the art of Buddhist meditation to relax
Hoy vamos a hablar de un experimento que se hizo para viajar en el tiempo, para ir al pasado y ser joven otra vez. Dicen que ser joven es cuestión de actitud y para muestra el japonés Hiroshi Hoketsu, que según me entero, a sus 71 años practica la doma clásica y está compitiendo en estas olimpiadas en Londres.
Pues bien, el experimento psicológico del que les voy a hablar es tan interesante que ya la BBC hizo un reality basado en él y alguna productora ya tiene los derechos para la película.
Todo parece indicar que se va a convertir en uno de los tres más famosos experimentos en psicología de los últimos tiempos. Y afortunadamente, este experimento tuvo resultados más alentadores y esperanzadores que los otros dos. Me explico.
Uno de los experimentos más famosos, lo recordarán algunos, es el experimento Milgram, llamado así por Stanley Milgram, científico que lo llevó acabo allá por el año de 1963 en la Universidad de Yale. En este experimento se puso a prueba la obediencia a la autoridad, pidiéndole a sujetos voluntarios aplicar un examen oral a otros voluntarios y en caso de fallar a las respuestas, castigarlos con descargas eléctricas. Las descargas eran simuladas, pero eso no lo sabían los participantes. En lo esencial, el resultado es que la mayoría de las personas aplicó descargas eléctricas hasta niveles mortales solo porque pudieron justificarlo en que “así fueron instruidos”.
El otro experimento terriblemente famoso es todavía más terrible y también más famoso. Es el experimento de la prisión de Stanford, llamado así porque se realizó en uno de los sótanos de la Universidad de Stanford en el año 1971 por el polémico Philip Zimbardo.
Zimbardo seleccionó un grupo de estudiantes voluntarios y los dividió al azar en dos equipos. Un equipo asumió el rol de guardia en una prisión simulada en el mencionado sótano, y el otro equipo actuó como prisionero. Desde el primer día los prisioneros mostraban cierta rebeldía que llevó a los guardias a la aplicación de actos disciplinarios. Sin embargo, ambos bandos comenzaron a escalar en violencia y agresiones, pero con la ventaja para los guardias. Se aplicaron castigos físicos, se les obligó a permanecer desnudos, hubo aislamientos. Como en una cárcel de verdad. La agresión y humillación a la que los voluntarios presos fueron sometidos se salió de control y provocó que el experimento tuviera que ser abortado al sexto día cuando estaba planeado para dos semanas.
Por eso digo que el experimento del que les voy a hablar es mucho más esperanzador que estos dos. Aún cuando su concepción y diseño es tan interesante como el de ellos.
Se le conoce como el experimento contra el paso del tiempo. Ellen Langer es la científica que estuvo a cargo por parte de la Universidad de Harvard en el año de 1979. El libro para su divulgación masiva apenas salió en el 2009.
En este experimento se hizo viajar al pasado a un grupo de adultos mayores. Sí, un grupo de voluntarios de edad avanzada fueron hospedados durante una semana en una villa donde todo el ambiente representaba como eran las cosas veinte años antes, es decir 1959. Se simuló todo el ambiente, desde la comida, los muebles, las fotos, los periódicos. Se le pidió a los participantes que se imaginaran a sí mismos en esa fecha y se sintieran tan bien como se sentían entonces. Tenían que hablar de ese pasado pero en presente, como si estuviera sucediendo. Platicaban y discutían de política y deportes de finales de los cincuenta. Un viaje en el tiempo, al menos para la mente.
El resultado fue sorprendente. Escuchen con atención: después de una semana, el grupo de ancianos se hizo más joven física y mentalmente. Su capacidad auditiva, flexibilidad, fortaleza y habilidad manual aumentó. La memoria y el coeficiente de inteligencia también mejoró. ¿Qué sucedió? El cuerpo y el cerebro siguieron lo que la mente les indicaba.
Ya lo decía Buda hace más de dos mil quinientos años, según quedó consignado en el Dhammapada: «Toda experiencia es definida por la mente, dirigida por la mente, fabricada por la mente.»
Y fíjate que en el trabajo psicoterapéutico hay una técnica llamada de regresión hipnótica que tiene muy diferentes usos, uno de ellos, muy similar al experimento contra el paso del tiempo de Langer. Consiste en llevar la mente del consultante a un momento en el pasado en donde se sentía mejor, para así recuperar recursos, ánimo, fortaleza, confianza.
Cualquiera que nos escucha puede hacer una pequeña prueba. Mira, date un par de minutos para recordar, imaginar un momento en tu vida en que hayas estado en plenitud, sin el problema que ahora traigas. Mientras más vívidamente recuerdes, mejor. ¿En dónde estabas, a qué olía, cómo eras, de qué color ibas vestido, con quién estabas, que sentías? Y una vez que te sientas en ese momento y tan bien como te sentías en ese momento, respira, absorbe todas esas sensaciones positivas, en tu mente y en tu cuerpo, y tráelas de regreso al presente, aquí y ahora.
¿Qué hace el cerebro cuando dejamos de prestar atención a lo que pasa a nuestro alrededor mientras estamos despiertos? En otras palabras, ¿qué hace el cerebro cuando no hace nada?
El cerebro se mantiene en activo aún cuando aparentemente no estamos haciendo nada. Rastrea continuamente el entorno y el propio cuerpo por posibles amenazas. El murmullo de la atención lo mantiene siempre en vigilia.
Diferentes redes o circuitos neuronales en nuestro cerebro llevan a cabo diferentes funciones dependiendo de nuestras necesidades y metas. En una comparación simplificada y con fines meramente didácticos, cada una de estas redes son como aplicaciones que ejecutamos en nuestro celular o computadora. Cuando hablamos por teléfono el celular activa lo necesario para lleva a cabo esa función. Si revisamos el correo electrónico el celular deja a un lado la actividad implicada en hablar por teléfono y entra en “modo” de email.
A la red que se mantiene funcionando en el cerebro aún cuando aparentemente no hace nada se le llama Red en Modo por Defecto o Red en Estado por Defecto (Default Mode Network).
Esta función cerebral es en principio sana porque cumple con la función de protegernos de posibles situaciones de peligro. Sin embargo, puede sobre excitarse o mantenerse en un estado exaltado con ansiedad constante o en algunos trastornos como el de estrés postraumático.
Default Network en Wikipedia.
Oportuno recordar el siguiente fragmento sobre el zen y el tiro con arco escrito por Daisetz T. Suzuki, quien fue uno de los principales agentes de introducción del budismo zen a occidente.
(Por cierto, tengo en la cabeza la idea que Aida Román practica yoga y no recuerdo donde lo leí pero no lo he podido confirmar por ningún lado.)
«Uno de los factores esenciales en la práctica del tiro de arco y de las otras artes que se cultivan en el Japón (y probablemente también en otros países del lejano Oriente), es el hecho de que no entrañan ninguna utilidad. Tampoco están destinadas a brindar goce estético, sino que significan ejercitación de la conciencia que ha de relacionarse con la realidad última. Así pues, el tiro de arco no se realiza tan solo para acertar el blanco; la espada no se blande para derrotar al adversario; el danzarín no baila únicamente con el fin de ejecutar movimientos rítmicos. Ante todo, se trata de armonizar lo consciente con lo inconsciente.
Para ser un verdadero maestro del tiro de arco, no basta dominio técnico. Se necesita rebasar este aspecto, de suerte que el dominio se convierta en «arte sin artificio», emanado de lo inconsciente.
Respecto del tiro de arco, significa que arquero y blanco dejan de ser dos objetos opuestos, y se transmutan en realidad única. El arquero ya, no está consciente de su yo, como un individuo cuya misión es acertar el blanco. Mas ese estado de no-conciencia lo alcanza sólo si está enteramente libre y desprendido de su yo, si se aúna a la perfección de su destreza técnica. Esto se distingue fundamentalmente de todo progreso que pudiera alcanzarse en el manejo del arco.»
Daisetz T. Suzuki, el la Introducción al ya clásico «Zen el el arte del tiro con arco» de Eugen Herrigel.