Castillos de arena

Hay dos niños en la playa y cada uno construye un castillo de arena. Una ola imprevista alcanza los castillos y los reduce a nada. El primer niño llora y patalea, maldice al mar y se pregunta por qué yo. El otro niño ya está, aquí y ahora, construyendo un nuevo castillo de arena. ¿Quién eres tú?

Variaciones sobre Dhammapada (I,1-5)

Nuestra mente define nuestras experiencias, las dirige, las lleva acabo.

Nuestra mente define nuestras experiencias, incluso la experiencia de lo que soy.

Soy, por lo tanto, una definición de mi mente.

Soy una invención de mi mente.

Soy lo que mi mente quiere que sea.

Nuestra mente define nuestras experiencias, las dirige, las lleva acabo.

Nuestra mente define nuestras experiencias, incluso la experiencia del “Soy”.

“Soy” es una definición de la mente.

“Soy” es una invención de la mente.

“Soy” es lo que mi mente quiere que sea.Soy consecuencia de mis procesos mentales, de la mente-máquina, de la mente-movimiento, de la mente-viento.

Por eso, lo que soy es siempre frágil: depende de la mente, de sus estados, tribulaciones, colores, neurosis…

Es fácil creer que soy una realidad que mi mente percibe cuando soy una entidad que mi mente crea.

Un planeta existe independientemente de que lo perciba la mente. Más aún, un planeta existe aún si no existe una mente que lo perciba.

Pero yo no soy sin mente por la sencilla razón de que no soy en realidad, soy en la mente.

Mi mente me ha hecho creer que soy real. Y no.

Soy un engaño de mi mente.

Soy una ilusión de mi mente.

“Soy” es una ilusión de la mente.

“Soy” es un engaño de la mente.Si mi mente se agita, enreda y desdibuja, soy agitado, enredado y desdibujado.

Si la mente se enoja, maldice y odia, “Soy” es enojo, maldición y odio.

Si la mente se calma y pone feliz, soy calmo y feliz.

Si la mente es quieta, pacífica y amable, “Soy” es quieto, pacífico y amable.

«Soy al que molestan, hacen enojar, sufrir… »
Pero no pueden molestar, hacer enojar, sufrir a “Soy” porque “Soy” no existe, es un producto de la mente.

Darse cuenta de que “Soy” no existe, de que no hay “Soy” es darse cuenta de que no soy a quien molestan, hacen enojar, sufrir…

Si no soy, los problemas tampoco.

(Estas son variaciones libres sobre los primeros fragmentos del Dhammapada —específicamente el famoso capítulo primero, fragmentos del uno al cinco—. En su oportunidad, reescribir un texto con nuestras propias palabras ayuda a entenderlo mejor. Ese fue el objetivo de este ejercicio.)

Personalidades geométricas

En esta vida se encuentra uno con personas desde rectilíneas hasta fractales, pasando por hipotenusos.

Los rectilíneos creen que la vida es tan simple como ir de un punto a otro.

Los exponenciales creen que el dinero o éxito llega simplemente de la noche a la mañana.

Los circulares se la viven repitiéndose, a veces en círculos viciosos, con suerte en virtuosos.

Los hiperbólicos no sólo exageran todo, sino que siempre lo hacen por partida doble.

Los polígonos siempre ven la vida desde muy diversos ángulos.

Los fractales son muy sinceros ya que dan la misma imagen de lejos que de cerca.

Los hipotenusos son los que no pueden vivir sin compararse con los vecinos catetos.

Los topológicos siempre tienen hecho nudo sus sentimientos.

Los parabólicos por más que se levantan moralmente terminan cayendo por fuerza de gravedad.

Appendix philosophicus

Dejemos los conceptos a un lado. Olvidémonos de la posibilidad de un ego. Ya no discutamos más el fantasma lacaniano. Ni siquiera nos atrevamos a explorar una metafísica del sueño. Hay una realidad innegable, una existencia incuestionable cuando se siente el dolor en las entrañas y el médico de guardia diagnostica apendicitis. La filosofía no tiene cabida en el cuerpo. Nunca la tuvo pero no nos quisimos dar cuenta.

Podemos debatir por días o semanas el ser o no ser de ese ego, fantasma o sueño. Pero basta un par de horas para que la apendicectomía termine con éxito y se nos aparezca la realidad más real de todas: una parte de nuestro ser físico se ha ido a la incineradora de desechos orgánicos hospitalarios.

Una parte de nosotros nos deja. Y no es metáfora.

Peso menos, soy menos. Y mientras me recupero, me importan cero el ego, el fantasma y el sueño.