Creo en una escritura que se desdobla

Creo en una escritura que se desdobla.

Imagino un pedazo de papel del tamaño de una tarjeta de presentación con una frase escrita en él. Aparentemente pequeño, el tamaño es engañoso ya que puede desdoblarse sobre sí mismo y extenderse. La frase también se extiende, se desdobla.

No es una sola la forma en que la frase puede ser desdoblada. Cada desdoble puede variar en su método. Por ejemplo, el desdoble más simple de la frase es sobre sí misma en cada uno de sus puntos, como abrir un libro por la mitad. Pero también pueden desdoblarse hacia afuera –desde la línea imaginaria que divide al plano por la mitad— dos partes iguales similar a como se abren las puertas de doble hoja de los bares en el viejo oeste.

¿La escritura dialéctica es aquella que se desdobla? ¿Es que cada nuevo desdoble del plano tiene que ser opuesto, contrario, contradictorio? No: la escritura se desdobla de manera discontinua. Errónea figura describir este fenómeno como un espejo que se rompe, como un mosaico multicolor o como un caleidoscopio en movimiento, porque cada nuevo desdoble no se separa de su original, no hay ruptura. Cada lado del poliedro que la escritura construye en su quehacer mantiene una conexión intrínseca con sus lados adyacentes. Más aún, con las caras adyacentes, si pensamos en una escritura tridimensional.

Del díptico pasamos al tríptico, del tríptico al políptico. La tentación por la tercera dimensión es mucha y el volumen no se hace esperar: del triedro, al tetraedro, del tetraedro al poliedro.

Si la escritura nace con la lexia se articula con la dislexia.

Toda dialéctica es disléxica: la lexia se separa, se abre, se desdobla en cada lectura, relectura. (Lo que leo no es lo que escribo: me opongo, me separo, no estoy de acuerdo. Ya no soy el que escribió lo que leo, soy Heráclito en un río de frases.)
Estas lecturas y relecturas generan nuevas lexias, nuevas escrituras. Escribir-leer-reescribir-releer: desdoblamiento sin fin. (Y no pregunten que fue primero, si la escritura o la lectura, lo único que sabemos es que al final estará la muerte. Siempre. La muerte.)
Creo en una escritura papirofléxica que llega a las formas más complejas, figurativas, simbólicas o abstractas, a partir de una simple hoja cuadrada de papel.

Esa escritura que se desdobla es una escritura viva. Cada lexia, además de ocupar un espacio, tiene fecha de creación, fecha de modificación, fecha de lectura: coordenadas temporales que forman una figura sobre la figura, un mapa antiguo sobre uno moderno.

Si la figura fuera un cubo se desdoblaría en un hipercubo.

Imagino todos y cada uno de los textos que he escrito —en las páginas de mis queridos cuadernos, en los márgenes de los libros que han merecido una nota, en servilletas arrugadas y manchadas del café que escurrió por mis labios, en tantos pizarrones que espero algún estudiante haya copiado, en la parte de atrás de alguna factura, en el papel reciclado, en bits y bytes de archivos txt, y en sepan los dioses que otros lugares— como parte de un solo texto nacido de una frase (ya no recuerdo qué frase) que se ha ido desdoblando hasta formar un gran figura tridimensional inconclusa.

¿El cubo es al hipercubo lo que el poliedro es al hiperpoliedro?

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