Las ballenas no escriben (ni necesitan de Internet)

Las ballenas no escriben. Son, junto con los hombres y los delfines, los seres más inteligentes sobre el planeta Tierra. ¿Cómo pueden vivir sin escritura? ¿La necesitan? ¿Se están perdiendo de algo? ¿Qué diferencias hay en su vida cotidiana comparándola con la del ser humano? ¿Cómo sería el ser humano sin escritura? ¿Llevaría una vida parecida a la de las ballenas? ¿Pueden las ballenas enseñarnos algo de la vida sin escritura?
Ante la falta de escritura el ser humano ha recurrido a la tradición oral. Ya sea tanto en la prehistoria (pre-escritura) como en la época actual. En la tradición oral se confía el resguardo de la memoria de hombres y mujeres, de pueblos y culturas. Hay varias formas. Se me ocurren por el momento dos.

La primera es teatral. El conocimiento se transmite de generación en generación a través de cantos, odas, baladas, poemas. El principio es muy sencillo: la métrica, el ritmo y la música ayudan a recordar. Su espacio es la fiesta, la plaza, el teatro, el rito colectivo.

La segunda forma es lírica. Su paradigma es la relación maestro-discípulo, pero hay otras. Padre e hijo, madre e hija, artesano-aprendiz, etc. El conocimiento se transmite de primera mano. O, mejor dicho, de primera voz. En el taller, en la práctica, en la repetición, con observaciones y correcciones, etc.

Ante la falta de escritura las ballenas han recurrido a la tradición oral. Siendo el único recurso para mantener la memoria de la especie, las formas que esta tradición oral ha tomado son sumamente complejas.

Las ballenas cantan. No. Más que un canto, interpretan sinfonías. Piezas musicales con múltiples registros, temas, variaciones y estructuras. De ese modo se comunican entre sí. De ese modo se conservan los secretos más guardados bajo la profundidad del océano.

Se han descubierto patrones comunes entre el canto de distintas ballenas, manadas, e incluso, entre generaciones de ellas.

Quiero pensar que la madre ballena le canta a su ballenato la canción de cuna que alguna vez le cantaron a ella. Que a veces varias ballenas se reúnen e improvisan composiciones a ritmo de jazz sobre algunos temas clásicos. O que existe una oda para describir el viaje hacia el sur por el Pacífico cuando el invierno llega a Alaska. Tal vez, en las noches de viaje, las ballenas de mayor edad le cuentan a las jóvenes la leyenda sobre los seres, aparentemente inteligentes y con cierto gusto por la música, que habitan en la extensa superficie de la tierra, al otro lado de la orilla de la playa.

El sonido se transmite mucho mejor en el agua. Es posible “escuchar” el canto de una ballena que se encuentra a cientos de kilómetros de distancia. Una manada escucha una tonada proveniente de muy lejos y la replica para hacerla llegar todavía más lejos. Cada ballena, cada manada, es a la vez emisora, receptora y transmisora de toda la información contenida en ese canto. El mar está lleno de pequeñas vibraciones con su sabiduría.

Las ballenas, por lo tanto, no necesitan Internet.

Tal vez si tenemos mucho que aprender de las ballenas. Y además, tal vez somos los seres humanos los que nos estamos perdiendo de algo.

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