Lectura vertical: Remedio contra el exceso de información

¿Existe algún remedio contra el exceso de información?
Vamos por partes. De entrada, a veces me pregunto por qué no podríamos vivir día a día sin tanta información proveniente de diversas fuentes elegidas por nosotros: radio, periódico, libros, revistas, televisión, correo, correo electrónico, noticiarios web, blogs, listas de correo, periódicos en línea, etcétera, etcétera. Aquellas personas que por voluntad propia o por seguir el calendario toman vacaciones en el verano suelen “desconectarse” del mundo y darse cuenta de que no pasa nada si lo hacen.

Veamos un caso. En cuanto a los libros, por ejemplo, me he ido quedando con una selección no muy grande de ellos, lista para cualquier mudanza, y que ocupan las repisas más cercanas a mi lugar de trabajo. En esa selección ecléctica y desordenada hay desde novelas hasta diccionarios de informática, pasando por reflexiones sobre cine o administración de empresas. La mayoría de las veces termino releyendo material de esa selección en lugar de leer nuevos textos recién comprados.

¿No encontraban los antiguos —y no tan antiguos— en unos cuantos libros (Biblia, Aristóteles, Don Quijote, etc.), si bien no una respuesta a todas sus preguntas, por lo menos siempre una referencia a ellas? ¿Realmente estos libros cuentan con una referencia a todo?
¿Existe algo más valioso que la información? Si, la lectura. La lectura es un concepto que presupone a la información pero es mucho más que información. La información es estática. No es más que la materia prima. La lectura, por otra parte, es un proceso. Está en movimiento. Si bien la lectura implica información, la supera. La lectura requiere del pensamiento en distintos niveles o rutas.

Primeramente el pensamiento decodifica la información, pero no sólo eso, también la interpreta, la entiende, pero sobre todo, la aprehende. El pensamiento, a través de la lectura, hace suya la información. La lectura nos deja con una idea en la cabeza que a su vez podemos volver a leer (porque ya es nuestra).

La relectura aquí toma otro sentido. Releemos para volver a pensar. Nos damos cuenta que la información, si bien indispensable, sólo es un pretexto para pensar. Sí, un vil pretexto. Lo importante no es la información que originalmente estuvo ante nuestros ojos sino el ejercicio de nuestro pensamiento que recrea y crea su propia información en nuestro cerebro. Releemos algo externo: novela, artículo, poesía; y releemos internamente: nuestras propias ideas generadas a partir de esa novela, artículo, poesía, etc.

Distingamos la lectura que simplemente escanea o explora superficialmente la información en la web o en los periódicos, y que yo llamaría una lectura horizontal, de la lectura que busca penetrar en cada concepto nuevo que adquiere la esencia de todas las cosas, y que yo llamaría la lectura vertical.

El remedio propuesto es, entonces, la lectura vertical: profundizar en la información y no extendernos en ella. Porque la lectura es un ejercicio del pensamiento. Es pensar con un guía. Y no hay malos libros, sino malos lectores.

Leer no para saber (adquirir información) sino leer para pensar (generar nuestra propia información).

¿Por dónde empezar? ¿Por dónde acabar? La lectura, igual que la escritura, es un laberinto que no necesariamente sabemos dónde empieza, dónde acaba, ni adónde nos lleva.

Caminemos, no corramos.

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