Panegírico del instructivo o ¿Para qué servirá este botoncito?

Sólo una persona de cada cien lee los instructivos de los aparatos que usa. Yo soy una de esas personas.

Creo fervientemente en el instructivo como una de las formas literarias más básicas y esenciales. Tanto por el rigor de su estructura y lo difícil de su manufactura, pero sobretodo porque en él se manifiesta el fundamento del medio: comunicar eficientemente. Es, además, una de las pocas literaturas que empuja directamente a la acción física y corporal del lector.

Por supuesto que se puede leer un instructivo sin tener enfrente el objeto al que hace referencia. Puede ser que ese objeto de referencia sea más bien un tema o una abstracción (La vida instrucciones de uso, Georges Perec) o tan cotidiano que lo tenemos claramente dibujado en la cabeza (cualquiera de los instructivos de Julio Cortázar: Instrucciones para subir una escalera, por ejemplo).

El instructivo o manual al que me refiero es el meramente utilitario, el que acompaña a la cámara fotográfica, impresora, video casetera, plancha, automóvil, reproductor de CD, walkman, aplicación de software, en fin, ustedes nómbrenlo.

Pocos discursos requieren para su cumplimiento eficaz –el rito de la lectura– del libro mismo como objeto y del objeto al que hace referencia el libro. En esta lectura las interrupciones son parte del proceso. Hay un vaivén de nuestra mirada entre las palabras que describen la cosa y la cosa en sí. Aquí no hay metafísica que valga. El referente no se ha ido, está frente a nosotros. Leemos los signos y leemos sus referentes.

Como en botica, hay de todo. No vamos a postular aquí un manual de estilo o a pretender establecer los cánones del género.

“¿Qué te gusta leer?” me han preguntado, como a todos, en más de una ocasión. “De todo”, les digo. “No puedo evitar leer folletos, boletines, trípticos, carteles, murales, espectaculares, graffiti… “, cualquier palabra está ahí para ser descifrada. La publicidad encuentra en mí un objetivo fácil. Sabe que por lo menos le daré una primera oportunidad de lectura. Si me quedo, si paso a la lectura profunda o atenta, depende ya de otras cosas. Lo mismo es con los instructivos. Su texto, diseño, diagramas, están para ser leídos, revisados y seguidos paso a paso.

No niego el valor de la aventura arqueológica que puede ser descubrir y conocer un objeto sin antecedente o manual alguno. Insisto: hablo aquí de un instructivo utilitario, que me ahorre tiempo en lograr un uso adecuado de la máquina o artefacto que me interesa usar y disfrutar. Entiendo que también hay gustos y temperamentos en esto. Sin embargo, en mi muy personal punto de vista, la pregunta que pronuncia el ejecutante-sin-instructivo vaticinando horas de diversión, suspenso, pero también destrucción, es “¿para qué servirá este botoncito?”

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